México ha edificado su economía en torno al comercio con Estados Unidos, una realidad que, ante la creciente volatilidad global, demanda una reflexión estratégica. La autonomía comercial se presenta como un imperativo, y para lograrla, debemos dirigir nuestra mirada a un horizonte global.
Asia representa un polo de crecimiento innegable. China, más allá de la competencia, ofrece un mercado vasto para nuestros productos agroalimentarios de calidad superior, como el aguacate, y oportunidades para integrarnos en sus cadenas de suministro de alta tecnología. Países como Japón y Corea del Sur, con economías sofisticadas, valoran la innovación y la calidad, abriendo puertas a productos tecnológicos y agrícolas de alto valor añadido. La ASEAN, con su dinamismo y creciente clase media, se perfila como un destino estratégico para bienes de consumo y manufacturas ligeras.
Europa, con sus estándares exigentes, es un mercado que debemos conquistar. El Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea (TLCUEM) nos brinda acceso preferencial a un mercado ávido de productos orgánicos, energías renovables y bienes de alto valor agregado. El cumplimiento de sus estándares, si bien desafiante, nos posicionará como un socio confiable. Tras el Brexit, el Reino Unido busca diversificar sus relaciones comerciales, lo que nos brinda una oportunidad para expandir nuestras exportaciones en diversos sectores.
América Latina, nuestro patio trasero, demanda un fortalecimiento de la integración regional. La Alianza del Pacífico es una plataforma clave para impulsar el comercio digital y los servicios financieros, mientras que el Mercosur ofrece oportunidades para la complementariedad industrial y la expansión del comercio intrarregional.
Más allá del nearshoring, México debe forjar una estrategia exportadora diversificada y autónoma. Esto implica trascender la dependencia de un solo mercado y construir relaciones comerciales sólidas con múltiples socios. La diversificación de nuestra oferta exportable, con un enfoque en productos y servicios de alto valor agregado, es fundamental. Asimismo, debemos fortalecer nuestra infraestructura logística, modernizando puertos y aeropuertos para facilitar el comercio con mercados lejanos. El impulso a la internacionalización de las PYMES, mediante financiamiento y capacitación, es crucial para su participación en el comercio global.
La negociación de acuerdos comerciales diversificados, explorando oportunidades en Asia, Europa y América Latina, es un pilar de esta estrategia. La inversión en innovación y desarrollo, para aumentar la competitividad de nuestros productos y servicios, es otro elemento clave. En definitiva, México tiene la capacidad de consolidarse como un actor relevante en el comercio global, forjando un futuro económico próspero y autónomo.
Por: José Gerardo Tajonar Castro, presidente nacional de ANIERM*